Su mamá siempre le dijo que tenía que comprometerse con un hombre que la sacara de abajo, que la representara, que buscara a alguien con una posición económica sólida. Lo que nunca le dijo fue que ese hombre debía amarla, respetarla y sobre todo, tratarla como una dama o como lo que era… una reina.
Y creció con esos ideales errados, no se preparó para enfrentarse con la equivocación.
Pasado el tiempo se enamoró de quien en realidad creyó fue su verdadero y único amor, un chico de su misma posición económica, vecino del barrio donde vivía, obrero y bonachón, pero que para su mamá no era más que un galafato (galafate*) y nunca permitió ninguna relación entre ellos.
Siguió pasando el tiempo y comenzó a trabajar en el negocio de unos españoles. Era una chica muy hermosa y agraciada que a pesar de no haber culminado sus estudios superiores era muy inteligente, así que no se le hizo difícil hacerse cargo de la administración del negocio, parecía una muñequita y con su buen carácter, uno de los dueños terminó enamorándose de ella. A pesar de él llevarle unos años, vio que era la oportunidad de comprometerse con el hombre ideal del que hablaba su madre.
Así que un día lo llevo a casa para presentárselo a sus padres. Por supuesto mamá estaba encantada, pero a su padre nunca le gustó y murió con la tristeza de ver a ese hombre al lado de su amada hija.
Pero sigamos, llegó el día del compromiso y los primeros días como en todo comienzo son de miel. No carecía de nada. Hubo viajes, fiestas, restaurantes, pero espiritualmente le faltaba todo y más cuando se hizo madre de un bebé muy especial. La miel se hizo hiel. Posteriormente los negocios se fueron a pique y cayeron en una situación donde a ella le tocó salir adelante e impulsarlo, pero aun así, no lograron recuperar lo que en su momento habían tenido.
Transcurrieron muchos años en amargura, dolor y malos tratos hasta que finalmente Dios decidió que lo mejor era desunir lo que el hombre había unido y una cálida noche decidió tomarla de la mano y llevarla con él. Su muerte fue muy calmada y sin traumas, creo que fue el único momento después de años de pena y dolor que tuvo paz.
Lo que siguió en algún otro momento se los contaré, lo que si les puedo decir es que su niño a quien le entregó más de la mitad de su vida no la sobrevivió por mucho tiempo y su esposo quien la había tratado tan mal se dio cuenta de que ella lo era todo en la familia, en su vida y se sumió en un profundo dolor y tristeza que ocultaba tras una eterna ira.
Hoy casi cinco años después le tocó partir y no hubo funeral, ni llanto, ni dolor para él; solo una fosa fría para quien no valoró a la hermosa guerrera que tuvo gran parte de su vida al lado.
Les cuento esta historia porque las madres tenemos casi que por religión querer escoger los esposos o parejas de nuestras hijas y viceversa sin pensar que realmente lo que debemos es darle orientación en la vida para que sean ellos los que escojan como vivirla.
En mi caso crecí viendo lo que llamé equivocaciones y por eso decidí divorciarme, porque no quería ser una más en las estadísticas de la violencia doméstica y a mis hijas les inculqué que el mejor esposo es la profesión porque no la trata mal y mucho menos la deja por otra.
Además como padres debemos orientar sin obligar. Cada quien debe vivir sus propias experiencias y aprender de ellas.
Hoy les cuento esta historia que no termina como usualmente pasa con los cuentos de hadas porque lamentablemente “no vivieron felices por siempre”.
Por: Rosalinda González
Ig. @ref_lexionesdemivida / Fb. Reflexiones de mi vida
*Galafate: Este término hace referencia a un ratero o ladrón que hurta o roba con maña. Estafador. (Cuba)
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